Un todo-incluido que nos excluye

Reflexionamos sobre el artículo Viaje a lo alocrónico: la ruralidad canaria, un todo-incluido que nos excluye escrito por el sociólogo y ensayista canario Roberto Gil Hernández y publicado en la Revista Atlántida (3 de diciembre 2011). Compartimos un texto fundamental para entender cómo se han ido construyendo las identidades rurales en Canarias (y tal vez en otros territorios similares) dentro de un mercado capitalista globalizado y qué implicaciones tiene esto para la población local.

El autor disecciona la construcción de la ruralidad en Canarias, a lo largo de las últimas décadas, para desmontar la imagen idealizada y artificial del campo y sus habitantes. El artículo propone una exploración crítica de la ruralidad en Canarias y su vinculación con el turismo y la modernidad o colonialidad. Para esto, se sirve del concepto de alocronía, un término antropológico que describe cómo ciertas sociedades son representadas como pertenecientes a otro tiempo, alejadas de la contemporaneidad. La alocronía es igualmente una estrategia retórica mediante la cual ciertas sociedades son presentadas como anacrónicas, es decir, pertenecientes a otro tiempo.

El campo como una cápsula del tiempo.

El texto sostiene que las zonas rurales de Canarias han sido construidas culturalmente como espacios bucólicos y exóticos, atrapados en una imagen idealizada que las aleja de la modernidad real. Cuando nos adentramos en el análisis  del mundo rural canario, especialmente en cómo se ha construido su imagen y las implicaciones que tiene para sus habitantes, los magos/as (campesinas y campesinos canarios), nos encontramos con que,  históricamente, han sido subalternizados y utilizados como elemento decorativo del turismo rural. De ahí que la representación del campo canario en el turismo sea una forma de «alocronización», donde las medianías y su gente son retratados como el relicto de un pasado detenido en el tiempo. Se reproduce la imagen de un campesinado estático, congelado en el pasado, reduciendo su cultura a una experiencia folclórica empaquetada. La identidad campesina se desvirtúa para ser mercantilizada como parte del folclore exótico. Su imagen y la de su entorno ha sido construida y adaptada a los intereses del mercado turístico y colonial. Roberto Gil argumenta que este proceso está vinculado a la expansión del mundo moderno, que ha clasificado a ciertas sociedades como «periféricas» y ha terminado por excluirlas de la narrativa de modernidad.

El turismo rural: un producto culturalmente fabricado.

Si nos basamos en la premisa de la construcción de la ruralidad canaria como una identidad impuesta, cabe destacar que el turismo rural es un producto culturalmente fabricado, como expone el autor en su artículo: se seleccionan y resaltan aspectos específicos de la cultura campesina, mientras se ocultan otros que no encajan con la imagen de lo “auténtico” y “bucólico”. Los «magos» son representados como guardianes de tradiciones ancestrales, pero sin agencia propia dentro de la estructura económica.

“La imagen del campesino canario ha sido mitificada y domesticada para ser consumida por los turistas, de la misma manera en que la historia indígena fue reinterpretada durante la conquista”.

Se plantea la idea de que la ruralidad canaria se ha convertido en un todo-incluido simbólico, donde la ruralidad es presentada como un producto listo para ser consumido, invisibilizando los conflictos sociales, económicos y ecológicos que atraviesan estos espacios. El resultado es una versión empaquetada y simplificada de la vida rural, eliminando sus contradicciones y complejidades.

Desde la conquista de las islas en el siglo XV, Canarias ha funcionado como un espacio de contacto entre diferentes culturas, pero siempre bajo relaciones de poder desiguales. El turismo en Canarias, visto desde esta óptica, aparece como un brazo extensivo del colonialismo histórico. Por tanto, el turismo rural se convierte en una nueva forma de colonialidad, manteniendo la subordinación de la población local a las lógicas de la economía capitalista global que invisibilizan la diversidad real de las medianías canarias y sus habitantes y ofrecen una visión homogeneizada y artificial. Y mientras se promueve esta imagen estereotipada de los entornos rurales, sus gentes, saberes e historias, se ignora que la terciarización de la economía ha transformado profundamente la vida rural. Lejos de ser una oportunidad de empoderamiento para las comunidades locales, el turismo rural termina excluyéndolas al convertirlas en meros decorados de la industria cultural.

Nos preguntamos en este punto si puede realmente el turismo rural, tal y como lo conocemos, ser un modelo de desarrollo sostenible. Los discursos oficiales presentan esta alternativa como una forma de preservar tradiciones y fomentar la economía local, pero nos interesa seguir cuestionando si en la práctica se trata de un mecanismo que impone una visión rígida de lo que significa ser campesino/a, medianero/a, sí homogeneiza la diversidad rural, deja fuera a quienes no encajan con la imagen estereotipada y limita las posibilidades de las comunidades para definir su propio futuro. ¿Qué diferencia este modelo del turismo de masas? ¿Acaso ambos no se sustentan en una lógica extractivista, donde los beneficios se concentran en agentes externos, mientras que las comunidades locales asumen los costos de la turistificación?

Nos parece un texto apropiado para continuar reflexionando sobre la necesidad de desafiar las narrativas dominantes sobre la ruralidad y la modernidad y para recuperar la agencia de las comunidades rurales en la construcción de su propio relato. Más allá de la imagen idílica que el turismo vende a los visitantes, las medianías son espacios dinámicos, atravesados por procesos de cambio y resistencia. Es posible repensar el turismo rural de forma crítica, visibilizando los procesos históricos y políticos que han dado forma a la ruralidad canaria.Visibilizar estas realidades es clave para desmontar el mito de un campo canario estático y subordinado, y abrir paso a nuevas formas de interacción que no reproduzcan la lógica de la colonialidad.

 

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